sábado, 30 de junio de 2007

ALGUNAS CAUSAS DE FRACASO MATRIMONIAL

John Defraim ph.d y profesor de la Universidad de Nebrasca-Lincoln, USA, y Nick Stinnett , en su libro "Secrets os Strong Familias", estudian a tres mil ( 3.000) matrimonios estables y felices de diversas nacionalidades para establecer puntos en común, encontraron varias claves que siguen vigentes hoy en día, basados en ellas, van las siguientes causas de fracaso matrimonial:



1.-Percepción errónea del matrimonio.

La literatura, el cine, la TV, y en general los medios de comunicación, han contribuido a deformar las ideas de noviazgo y matrimonio, aunados al descuido en la formación de los jóvenes en sus hogares y escuelas…, presentándolos como no son en realidad, de allí el temprano desencanto de unos cónyuges mal preparados. Tampoco los novios conversan lo suficiente sobre sus valores respectivos, sus perspectivas de futuro, el sentido de sus vidas, etc., temas vitales de cara al matrimonio. Se suele oír en matrimonios jóvenes: "Mi esposo ya no me hace feliz", "Mi mujer debería se distinta". Ante estos pensamientos, la mejor recomendación es la siguiente: no pienses sólo en recibir, sino en dar, San Pablo dijo: "más dicha hay en dar que en recibir" (Hechos 20, 35).

2.-Desviación de los sanos principios

Ideologías interesadas, el comercio del sexo (pornografía, prostitución, etc.), seudo-especialidades como la "sexología, etc., promueven una sexualidad desordenada desde muy joven (promiscuidad, infidelidad, genitalidad sin sentido ni amor…), además de otras practicas como el alcoholismo o la drogadicción…, dentro de una cultura que busca el consumismo y el placer individual como fin en si mismo.

3.-Graves defectos de personalidad (pereza, desconsideración, despotismo, debilidad, egoísmo, soberbia, injusticia, infidelidad, pesimismo, desorden, impaciencia, irresponsabilidad, desconfianza, etc.), que si la persona no se da cuenta y comienza a superarlos antes del matrimonio, serán fuente de conflictos.

4.-Falta de diálogo y cosas en común

Muchos casados se dejan envolver por la cultura actual que consume el tiempo fuera de casa o en actividades individualistas (trabajo, amistades, ordenador/internet, TV, etc.), y deja poco tiempo para la pareja, que poco a poco irá entrando en la rutina del trato mínimo indispensable entre ambos.

5.-Problemas económicos
Reales o ficticios. Reales, porque a muchos matrimonios se les hace difícil cubrir sus necesidades, dado el deficiente apoyo del Estado a la institución familiar, y en consecuencia, del sector privado de la economía, lo que redunda en escasez, privaciones, deudas difíciles de pagar, etc. Ficticios: porque también hay familias que teniendo ingresos suficientes, empujadas por la cultura consumista, se crean necesidades superfluas, por encima de sus posibilidades, cayendo en frustraciones y deudas injustificadas. Por otra parte, puede haber incomprensión en los planes y deseos, falta de confianza en el manejo de la economía del hogar, etc.

6.-Interferencia de terceros
Suegros, familiares, amigos…, en ocasiones se inmiscuyen imprudentemente entre los esposos, creando conflictos o aumentando los que pudiesen existir. Los esposos deben discernir, a quien escuchar en caso de necesitarlo. En todo caso debe respetarse la privacidad, intimidad, e independencia de los cónyuges. Por otra parte, debe procurarse que los recién casados vivan independientemente.

7.-Cuando el amor se enfría
El amor es como una planta, necesita agua (afecto, consideración, respeto, confianza, etc.), abono (detalles, intimidad, ilusión, oración y sacramentos, etc.), poda (rectificación de defectos, erradicación de malos hábitos, etc.)…, en fin, que si no se seca. En una relación pueden haber insatisfacciones emocionales (falta de comunicación por ejemplo) o sexuales (la cultura de desorden sexual en que se vive hoy, puede crear falsas expectativas o exigencias), todo esto puede superarse con empeño, en ocasiones con ayuda de profesionales idóneos (respetuosos de los valores cristianos).
La pareja nunca debe amenazarse con el divorcio, sino buscar soluciones. Una anécdota: Una señora fue a visitar a un "orientador familiar", amigo suyo, y le dijo: -Me quiero divorciar de mi marido (fue la queja de la angustiada mujer) -¿Por qué? Preguntó el profesional.
-Porque tiene otra.
-Si tú te divorcias, lo empujarás definitivamente a los brazos de la otra, que quizás sólo sea un desliz.
-¿Qué puedo hacer entonces?
-Enamórelo primero, y ante todo, recupere todo su encanto como mujer, pues se ha descuidado. Luego, si es el caso, se separa.
-¿Cómo puedo enamorarlo, además de cuidarme…?
-Hágale frecuentes elogios. Dígale lo apuesto que él es para usted, cuánto aprecia su compañía y buen humor, destaque lo que haga en el hogar, etc.
Además, sea considerada, discreta, gentil…, no lo riña desaforadamente, espere la ocasión para resolver los conflictos de forma serena…, de vez en cuando dense una escapadita para estar juntos y solos (cine, teatro, un concierto, un finde fuera de la ciudad)…
La mujer se puso a hacerlo. Al cabo de algunos meses encontró al profesional, quien le preguntó por su esposo.
-¡Lo logré le dijo ella! Está profundamente enamorado de mí, como al principio de nuestra relación. -Entonces, ¿ahora está dispuesta a dejarlo?-¡No!!!, ahora no, porque yo también estoy enamorada de él.
8.-Priorizar lo material sobre lo espiritual , acaba con muchas parejas.
El desesperar por aparentar un estatus social superior, el stress por ascender a toda costa en el trabajo, la obsesión por el desempeño sexual que inculca la sexología, la inmersión en el consumismo tecnológico, la percepción de la vida a través de la visión de los medios de comunicación más populares, etc., etc., van separando a la pareja, a la familia, y se endurece el corazón a los reclamos del espíritu, Dios pasa a ser el gran ausente o relegado de la vida de muchos hogares.
Colaboración de Rafael.

CLAVES PARA UN MATRIMONIO Y UN HOGAR FELIZ

John Defraim ph.d y profesor de la Universidad de Nebrasca-Lincoln, USA, y Nick Stinnett , en su libro "Secrets os Strong Familias", estudian a tres mil ( 3.000) matrimonios estables y felices de diversas nacionalidades para establecer puntos en común, encontraron varias claves que siguen vigentes hoy en día, basados en ellas, van las siguientes:





1.-Compromiso con los demás


-Los matrimonios felices valoran la familia como unidad por encima de las necesidades y deseos individuales.
-Aunque cada uno tenga sus metas, se debe estar dispuesto a reorientar o eliminar aquellas que puedan amenazar su existencia como pareja.
-Tratar de comprender los sentimientos, deseos, inquietudes del otro.
-Ayudarse mutuamente a madurar, a desarrollar el carácter y la personalidad.
-Al esposo: valorar la opinión de su mujer, sin tratar de imponer la propia, buscar el consenso. Reconocer las virtudes y méritos de ella, expresarle reconocimiento y agradecimiento por sus diarios desvelos en el hogar. Valorar la intuición femenina, en ocasiones más eficaz que la lógica del varón. Dejar que la esposa exprese sus sentimientos, escucharla pacientemente y apoyarla. Evitar ser desconsiderado, porque esto va generando resentimientos. Participar activamente en las tareas del hogar, sobre todo si ambos trabajan. Ser caballeroso.
-A la esposa: darle autoridad y respeto al esposo en el hogar; valorar las cualidades propiamente masculinas; compartir tareas; comunicarse con él sin aturdirlo; ayudarlo a formarse en su condición de esposo y padre; practicar la consideración, la discreción y la gentileza.
-Fomentar un ambiente alegre en la casa. Hacer del hogar un lugar singular y atrayente, donde se respire un clima de amor.

2.-Actitud


La actitud de los cónyuges debe ser siempre positiva y optimista a pesar de todo. Recordar que la felicidad es una actitud interna de la persona, que se sobrepone a las circunstancias externas de la vida, y que puede cultivarse y transmitirse.

3.- Afectividad

-Ofrecer constantemente pequeñas expresiones de cariño, y también aprender recibirlas. Priorizar los regalos realizados por uno mismo, no cuestan casi nada pero valen más, pues están hechos con dedicación y amor (tarjetas, dibujos, bricolage, etc.).
-Ver lo positivo del cónyuge, sus virtudes, y no solamente sus flaquezas. En lugar de la crítica, destacarse mutuamente las buenas cualidades, esto estimula el amor y la superación. Si hay algún defecto, hablarlo serenamente y ayudaros a superarlo.
-Los hombres suelen subvalorar el trabajo de la mujer en el hogar, cuando en realidad este es tan importante (quizás más), que el de la oficina, e implica tanta actividad, toma de decisiones, habilidades, etc. como el que más. Asimismo hay mujeres que reprochan el mucho trabajo (por necesidad) del marido, la actitud correcta es brindar comprensión y cariño, cuidando la calidad del poco tiempo que tienen para estar juntos.
-Evítense las palabras ásperas y ofensivas. Muchos, de novios, se hablan dulcemente, esto debe seguir al convivir juntos como esposos, incluso ir perfeccionando el trato.
-Practicar las normas de urbanidad y buena educación. Cuidar los gestos, modos, apariencia y actitudes. Muchas cortesías y consideraciones se abandonan al estar casados, lo cual es perjudicial para la relación. No cuesta decir: "gracias", "por favor", "lo lamento", "perdóname", etc.

4.-Comunicación


-La comunicación es fundamental para la comprensión y para alimentar el amor. Allí se expresarán las experiencias vividas en el trabajo, las vivencias diarias con los hijos, las alegrías y preocupaciones, las ideas e ilusiones…
-Si algún miembro de la familia no se comunica, debe buscarse el por qué y ayudarlo a integrarse. Ofrezcamos comprensión y compenetración con los sentimientos del otro. Nada de manipular, atemorizar, culpar, controlar, imponer, ni tampoco gritar u ofender.
-La pareja no debe acostarse enojada, reconciliarse antes de dormir.
-Una investigación encontró que muchas parejas tienen un promedio de 17 minutos de conversación a la semana (la semana tiene 10.080 minutos).
-La afición a la televisión, ordenador/internet, roban preciosos momentos de comunicación e intimidad entre los esposos.

5.-Pasar tiempo juntos


-Hagan cosas juntos: labores del hogar, estudio, ratos de esparcimiento, de oración, etc. Una familia debe compartir la felicidad y también los problemas.
-Dedicar "tiempo" a la familia, planificarlo bien y cumplirlo, procurando que las exigencias absorbentes del trabajo no se interpongan.
-Las tradiciones familiares son momentos invalorables para estar juntos y compartir (Navidad, Cumpleaños, Onomásticos, etc.). Muchos desaprovechan, por ejemplo, las vacaciones, para encuentros familiares profundos, que necesitan paz y tranquilidad, lamentablemente se van a sitios muy concurridos y ocupan integrante el día en diversiones de todo tipo, sin más.

6.-Unidos en la adversidad
-La familia sólida, se une para hacer frente a los desafíos de cualquier crisis. Esta cualidad de "unión familiar" es algo que hay que cultivar y formar en los hijos desde pequeños.
-Ante un problema, buscar soluciones antes que culpables.

7.-Estructura moral


Una buena estructura moral es un denominador común en las familias estables.
-Dicha "estructura moral" incluye, por ejemplo: integridad, honradez, lealtad, responsabilidad, consideración, respeto, afectividad, fidelidad, etc. La formación moral de los esposos y de la familia cobra singular importancia hoy en día, pues oscuros intereses sociales, políticos y económicos tratan de deformar la Verdad, siendo los niños el principal objetivo para formar adeptos o indiferentes.

8.-Dios en el hogar


-En encuestas realizadas en varios países, la mayoría de las personas expresaron que la fe religiosa ayudaba a la estabilidad del hogar. Cuan lamentable es comprobar que el materialismo desplaza cada vez más las cosas espirituales, enfriando la fe.
-El diálogo sobre cosas profundas, une a la pareja. Dios bendice a quienes lo buscan y le aman.
-La vida de piedad en el matrimonio y la familia, estrecha lazos, además hace crecer espiritualmente. La bendición de la mesa cuando se va a comer, pedir y dar la bendición entre padres e hijos, el Angelus, el Rosario, lecturas piadosas en familia (los Evangelios, el Nuevo Catecismo de la Iglesia, vidas de santos, etc.) propiciando animados diálogos al respecto, la Navidad (hacer entre todos el Belén, la comida, la Corona de Adviento, etc.), vivir piadosamente la Semana Santa, etc.


miércoles, 27 de junio de 2007

Recuerdos de boda

Carmen Díaz recuerda al sacerdote amigo de su novio que celebró su boda. Ángel Santos Ruiz y Carmen se casaron en 1941, celebró su boda el fundador del Opus Dei, sacerdote con el que tuvieron una larga amistad de la que recogemos unas pinceladas.22 de junio de 2007
Durante el mes de junio, aprovechando el buen tiempo, se celebran muchas bodas. Yo siempre que llega este mes me acuerdo de mi boda, aunque me casé en diciembre, en uno de esos días de frío y sol típicos de Madrid. Fue el 4 de diciembre de 1941: ¡ayer, como quien dice!¿Y por qué te acuerdas de tu boda en junio?, me preguntan mis nietos. Y les contesto que la razón es muy sencilla: el día 26 de este mes la Iglesia celebra la fiesta del santo que nos casó, san Josemaría. Cuando les cuento esto, con gran agradecimiento a Dios, me dicen: “¿Y qué recuerdas de aquel día?” Y les decepciono cuando les digo que… lo mismo que la mayoría de las novias: fue un día muy bonito y yo estaba muy contenta y muy pendiente de que todo saliera bien, y… nada más.“¿Y de san Josemaría qué recuerdas?” –insisten. –Pues no recuerdo nada –les digo- porque antes de casarme yo sólo sabía que era un sacerdote muy amigo de Ángel, mi novio, que me preguntó si quería que nos casara él. -Claro que sí, le dije.
Luego me enteré que Ángel –Ángel Santos Ruiz, mi marido, que ya ha fallecido- le había conocido en septiembre de 1935, en la Academia DYA, a su vuelta de Londres, donde había estado, pensionado, trabajando en el University College. Estuvo hablando durante mucho tiempo con el Padre que al final le confesó. Aquel primer encuentro le impresionó mucho. Luego se fue a estudiar a París y en febrero de 1936 volvió a Madrid, al ganar la plaza de Profesor Auxiliar de Bioquímica en la Facultad de Farmacia. A su vuelta siguió dirigiéndose espiritualmente con san Josemaría y participando de la labor apostólica hasta que en julio de 1937, durante la guerra, metieron a Ángel en la cárcel. Primero estuvo en la de Atocha, luego en la de Alcalá de Henares y por último en la de Porlier, donde le visitaba Isidoro Zorzano, uno de los primeros de la Obra, que como llevaba un brazalete de la Embajada argentina, se podía mover con más seguridad por Madrid. Ángel me contaba que Isidoro era la bondad personificada y que cuando le dejaron libre iba a su casa a visitarle para que él y su familia pudieran recibir la Comunión.Durante ese tiempo san Josemaría estaba muy preocupado por Ángel, y preguntaba mucho por él. Llegó a hacer gestiones para que le dejaran en libertad, y cuando acabó la guerra siguieron hablando, siempre de cuestiones espirituales. Ángel era huérfano de padre y tenía muchísima confianza con san Josemaría. Pero me contaba que en asuntos científicos y profesionales no intervenía nunca. Le decía que en esos campos obrara con total libertad, “dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Tampoco intervenía en su vida sentimental. Sabía que Ángel tenía vocación de casado y le animó a buscar novia, pero por su cuenta: “porque yo no soy un cura casamentero”, le decía bromeando. Durante ese tiempo nos hicimos novios, Ángel sacó la cátedra y nos casamos en la Iglesia de San José de Madrid. San Josemaría sólo estuvo en la boda, que fue muy bonita y muy emocionante. Al final de la homilía nos dijo: “¡que Dios os bendiga con una corona de hijos!”. A partir de entonces comencé a conocerle más, porque desde que nos casamos hasta 1944 vino muchas veces a comer a casa. Era muy sobrenatural, muy simpático, muy cariñoso y muy, muy humano. Para mí no era “el fundador del Opus Dei”, porque entonces yo sabía muy poco de la Obra, sino un sacerdote amigo de mi marido, que estaba siempre pendiente de Dios y pendiente de todos los detalles.
Es curioso: hay una anécdota sin importancia que se me ha quedado grabada. Una vez que vino a comer a casa le hice un flan de postre y lo puse en el aparador, detrás de él. Comenzamos a charlar y yo comencé a preocuparme, porque iba viendo como, a medida que pasaba el tiempo, el flan se iba desmoronando y deshaciendo… El Padre, que estaba en todos los detalles, como digo, se dio cuenta enseguida y me preguntó qué pasaba. Cuando se lo dije se comenzó a reír y me comentó con aquella simpatía y aquella gracia que tenía que no me preocupase: ¡así sabría mejor y el postre estaría… “más fino”!
Nos quería mucho. Tuvo numerosas muestras de cariño con nosotros Cuando nació nuestra primera hija, Mamen, quedamos en que nos la bautizaría y Ángel fue a buscarle a Diego de León; pero hubo un malentendido de horas y fechas y san Josemaría se había marchado ya. Don José María Hernández Garnica, que fue el que atendió a Ángel, al darse cuenta de la confusión, se quedó desolado. Con Eduardo, el segundo, hubo más suerte y lo bautizó san Josemaría en la Parroquia del Pilar. Recuerdo que le pidió al organista que dejase de tocar durante la ceremonia para que los asistentes pudiésemos seguir bien el ritual. Recuerdo estas pequeñas cosas, que parecen sin importancia, porque san Josemaría era “un hombre de detalles”. El cariño, enseñaba, se expresa fundamentalmente en los detalles. Nos hablaba de Dios con gran visión sobrenatural y un gran sentido práctico: “nunca estaba en las nubes –recordaba Ángel- sino en el Cielo”.
En 1947 me puse enferma y los médicos me recomendaron reposo absoluto. Fue una época difícil para todos, especialmente para Ángel, que tenía que cuidar de mí y de los niños pequeños, aunque gracias a Dios, mis padres nos ayudaban en todo. Estuvo hablando con el Padre y con don José Luis Múzquiz, con quien se dirigía espiritualmente, que le confortaron mucho en aquella situación. Un año después, en octubre de 1948, estuvo en unos Ejercicios Espirituales que predicó san Josemaría en Molinoviejo, y allí decidió entregarse a Dios en el Opus Dei. Fue uno de los primeros supernumerarios. Yo fui conociendo la Obra y tuve la alegría de pedir la admisión tiempo después.
En 1960 mi hija Mamen, estaba estudiando inglés en Rosecroft, en una Residencia de la Obra en Londres y el Padre tuvo un encuentro con un grupo de chicas que estaban allí. Mamen, por timidez, no se presentó, y cuando, después de irse de la Residencia, san Josemaría se enteró de que había estado allí, la llamó personalmente por teléfono para decirle: “Pero hija mía, ¡cómo no me has dicho nada, con lo que yo quiero a tus padres!”. Y así, durante toda la vida. Todos los años nos felicitaba por Navidad o en acontecimientos especiales: en la boda de un hijo –tuvimos cuatro-, cuando nació nuestro primer nieto, etc. Yo no volví a verle hasta Octubre de 1972, en la Universidad de Navarra. Había mucha gente, y me acerqué, venciendo mi timidez. Muy emocionada, le besé la mano. Le pregunté si me reconocía y si se acordaba de que fue él quien nos casó:-¡Pero cómo me voy a olvidar, hija mía! –me dijo con aquella simpatía desbordante que tenía-. ¡Si además, estás tan guapa como entonces… y mejor en otros aspectos! Y a pesar de que había mucha gente esperando para hablar con él tuvo el detalle, como de costumbre, de tener un ratito de conversación con nosotros.

Después de la boda



CRÍTICA por Julio Rodríguez Chico

El movimiento Dogma'95 se americaniza en este excelente melodrama que optó al Oscar® a mejor película de habla no inglesa durante la última edición. No se lo llevó porque sólo se concede un galardón y "La vida de los otros", de Florian Henckel von Donnersmarck, también es un gran film. Pero en esta ocasión tendrían que haber clonado la estatuilla y entregado una de ellas a Susanne Bier, quien aúna en su propuesta lo mejor de la estética promovida por Lars von Trier y la narrativa más ágil y trasparente del género norteamericano. El ensamblaje es tan perfecto que, unido a unas interpretaciones antológicas y a una interesantísima historia, logra que podamos hablar de una obra maestra, profunda, equilibrada y próxima a cualquier espectador.

Como en la reciente "Disparando a perros", de Michael Caton-Jones, la historia también nos habla de un cooperante que busca entre los niños pobres y abandonados, en este caso de Bombay, la manera de dar un sentido a su vida, lejos del vacío de la acomodada sociedad occidental. Entregado a esta buena causa, Jacob se ve obligado a viajar a su Dinamarca natal para gestionar una importante donación de un empresario, Jørgen, que permita mantener el orfanato a flote. Una vez allí, el benefactor aprovecha para invitarle a la boda de su hija, momento de inesperadas confesiones y encuentros que reabren múltiples heridas del pasado aún sin cicatrizar.

Lo que sucede “después de la boda”, tras el brindis de la novia, tendrá que verlo el propio espectador, que asiste a toda la proyección encandilado por una narrativa que avanza a buen ritmo y que en ningún momento decae, que se sirve de puntos de giro estratégicamente colocados en la trama para relanzarla en una nueva dirección, y que se apoya en unos diálogos ajustados y directos en los que no sobra ni falta nada. Guión perfectamente construido en torno a tres ”confesiones” y otras tantas confidencias en que los personajes intentan esclarecer quiénes son o quiénes deben ser, qué pretenden o qué podrán hacer con el tiempo que queda, o asimilar unas emociones y sorpresas de difícil digestión. Sin recurrir a flashbacks y con silencios esclarecedores, la historia exterior e interior avanza siempre por terreno seguro y con una fluidez narrativa asombrosa y cautivadora. Hay un par de momentos en los que parece que la historia se le va a ir de la mano a la directora para precipitarse hacia el melodrama lacrimógeno, pero entonces unas antológicas elipsis dejan en el espectador el sentimiento justo y preciso, remansado en la paz tras la tormenta, para a continuación seguir elaborando un retrato de familia con sus secretos y misterios.

Los personajes se definen no sólo por lo que dicen o hacen, sino por lo que expresan con unas miradas que esconden profundos dramas y sufrimientos, que se entrecruzan para desvelar culpas, temores y también un sincero amor por los suyos. Todos los actores, también los secundarios, realizan unas interpretaciones magistrales, contenidas aunque dejando entrever sentimientos genuinos y verdaderos. Los duros rasgos del rostro de Mads Mikkelsen no impiden que sus ojos trasmitan todo el dolor y la ira almacenados durante años, ni tampoco la ternura mostrada con los niños o con Anna. No es menor la sensación de autenticidad que trasmiten Sidse Babett Knudsen y Stine Fischer Christensen en sus papeles de madre e hija respectivamente, entre el desconcierto y el desamparo que las circunstancias les deparan, o la de un Rolf Lassgård que despliega toda la variedad de registros que el personaje paterno exige.

En ocasiones, el recurso a la cámara en mano puede molestar, desconcertar o desorientar al espectador. No sucede eso en la película de Susanne Bier, que sigue a los personajes en su búsqueda de la verdad y de la libertad interior, en su necesidad de liberarse de un lastre que pesa demasiado o de una angustia por un futuro que inquieta en extremo. No se excede la cámara en sus justificados movimientos, como no lo hace en los insertos o en los planos detalle que introduce en su afán por penetrar en la interioridad de los personajes, aunque a alguno le puedan parecer enfáticos. Todos los recursos están al servicio de una historia oculta que es preciso desvelar, de unos sentimientos que deben aflorar para sanar, de un tiempo que es muy valioso y que conviene aprovechar. Quizá por eso la directora también emplea un montaje sincopado que permita avanzar la historia sin entretenerse innecesariamente, contando con la inteligencia del espectador y también permitiéndole –facilitándole– los momentos justos de emoción e incluso de reflexión, necesarios para ahondar en el drama interior que se pretende abordar.

No le faltan escenas conmovedoras ni tampoco profundidad al abordar importantes cuestiones en torno a la paternidad y a la familia por adopción, a los afectos que nacen y a los que son traicionados, a los ideales y a los negocios, al tiempo pasado y al que queda por venir, a la enfermedad y la muerte. Por la pantalla desfilan personajes auténticos, con todos los matices y dilemas morales que la vida presenta. Jacob se debate entre sus obligaciones naturales y las asumidas en su labor solidaria; Anna tiene que replantearse su existencia tras conocer la verdad; Helene sufre el amor a la vez que el "engaño" y la desdicha; y Jorgen intenta comportarse como “un hombre bueno” que ha aprendido a valorar el tiempo que se tiene y que ha entendido que no se puede controlar todo. Entre ellos se tejen unas vigorosas y entrañables relaciones, de recriminación y perdón, de ruptura y consuelo, en que procuran evitarse el sufrimiento y preparar el día del después... La progresión dramática va pareja a la sensibilización hacia los problemas del otro, y la soledad deja paso a los lugares donde se encuentra afecto, mientras que la rabia o sorpresa se transforman en responsabilidad compartida, y los errores y segundas oportunidades se abren paso en una sociedad opulenta donde la familia no es protegida.

Ante una película como la que dirige Susanne Bier, tan bien rodada y montada, con un equilibrado y preciso guión, con unas interpretaciones en que los actores se esconden en sus personajes y desnudan sus almas, con unas historias tan auténticas como humanas, sólo queda aconsejar vivamente al lector que acuda a verla. Disfrutará con la verdad de unos personajes dispuestos a todo a pesar del pasado y del futuro, sentirá el desgarrón y la dureza de la vida sin recurrir a la violencia gratuita ni al nihilismo desalentador, y se emocionará lo justo para sentir vivamente unas realidades humanas de nuestro tiempo. Heredera del espíritu de "Italiano para principiantes", Lone Scherfig, y afín a alguna de las constantes de Isabel Coixet ("Mi vida sin mí"), por sus fotogramas se desliza una brisa de aire fresco que hace que el cine sea, a veces, un fiel reflejo del hombre, en su luminosidad contrastada por algunas e inevitables sombras, secretos y mentiras.



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miércoles, 20 de junio de 2007

Un video musical apropiado

Hay una estupenda canción de Leonard Cohen, titulada Dance me to the End of Love, del que se ha hecho un videoclip curioso, que trata sobre la noche de boda. Las interpretaciones están abiertas para que cada uno se exprese con libertad. Puede parecer un poco negativo, pero es sugerente.

Os transcribo la traducción al castella de la letra de esta canción, que gentilmente nos ha brindado Rafael en el comentario a esta entrada:

"Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas, llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté recuperado contigo y a salvo dentro, álzame como a una vara de olivo y sé para mí la paloma que indica el camino de vuelta a casa.

Llévame bailando hasta el final del amor... Déjame ver tu belleza cuando hayan desaparecido los testigos,déjame sentirte moviéndote como lo hacen en Babilonia, muéstrame poco a poco aquello de lo que conozco los límites. Llévame bailando hasta el final del amor…Llévame bailando ahora hasta la boda, llévame bailando, llévame. Llévame bailando muy tiernamente, llévame bailando más allá.

Nosotros, ambos, por debajo de nuestro amor, ambos encima de él. Llévame bailando hasta el final del amor… Llévame bailando hasta los niños que están pidiendo nacer, llévame bailando atravesando telones que han ajado nuestros besos, monta una tienda de campaña como refugio aunque todos los hilos de la urdimbre estén rotos.

Llévame bailando hasta el final del amor… Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas, llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté recuperado contigo y a salvo dentro, tócame con tu mano desnuda o tócame con tu guante. Llévame bailando hasta el final del amor…”



Un fuerte abrazo

sábado, 16 de junio de 2007

casomaiboda: ¿Qué opinión te merece esta opinión sobre los cursos prematrimoniales?

casomaiboda: ¿Qué opinión te merece esta opinión de A. Serrano sobre los cursos prematrimoniales?

Lo primero, lamento que ese señor exprese TEMOR al concurrir a una actividad católica. Claro, entiendo que pretende impregnar su comentario con algo de “humor”, aún así ¿por qué ese sentimiento?
No es el espacio para ahondar sobre este punto, aunque desde hace muchos años el “materialismo” en cualquiera de sus vertientes, presenta a la Iglesia como una institución de poder, que para mantener su preeminencia se ha inventado una moral absurda, basada en el sentimiento de culpa y el miedo al más allá…, además, se ha adulterado tanto la historia…, que el señor Serrano pudo, como tantos, formarse en esos falsos prejuicios…, o quizá sufrió algún trauma, porque oscuridades las hay en cualquier parte, en fin...
Por otra parte, no deja de ser cierto también, que no se da suficiente testimonio de fe y vida coherente por parte de los cristianos… Ahora mismo me viene a la mente aquella frase que decían los paganos respecto a los primeros cristianos: -“Ved como se aman”. Espiritualidad y fraternidad, actitud ejemplar que servía como un imán a los extraños, y los convertía.
Si algo impresionaba a un pagano visitante de un lugar cristiano de los primeros siglos, era el sentido sobrenatural que impregnaba todo, y la amorosa acogida que recibían.
No en balde los orfelinatos, ancianatos, hospitales, escuelas…, así como el respeto y la dignidad inherente a todo ser humano sin importar su condición física o social, etc., etc., todo esto y más, son logros cristianos, desconocidos en la antigüedad... Entonces, ¿por qué temer acercarse en pleno siglo XXI a la Iglesia? ¿Será que los cristianos ya no nos vemos suficientemente como “la luz que brilla en la oscuridad”, hacia la que se dirige cualquiera que busque el Camino, la Verdad y la Vida?
El señor Serrano habla de su “proverbial odio a la Iglesia”… ¡Hombre! “odio a la Iglesia”?... que es muy grande tío, y la componemos todos los bautizados, aquí “pagamos justos por pecadores” como dice el dicho…, no particulariza en determinados individuos que se dicen miembros de la Iglesia, y que los ha habido “inconsistentes” y han hecho mal, como en cualquier actividad humana…, pues también la historia registra malos científicos, abogados, médicos, maestros, militares, políticos, etc., etc., y no por ello “odiamos” la ciencia, o la justicia, o la medicina, o la educación, o a la milicia, o la política, etc., etc.
Repito, el señor Serrano manifiesta “odio a la Iglesia” como tal, lo cual me inspira decir como Santa Teresa: -“el Amor (todavía) no es amado”!
Porque fue Cristo, Hombre y Dios verdadero, quien fundó la Iglesia y es su Cabeza, así como el Espíritu Santo es la savia vivificante que recorre el árbol…, el resto, aquí en la Tierra, la integramos, repito, los bautizados…, con mayor o menor grado de compromiso, de entrega…, con nuestras fortalezas y flaquezas, santos y pecadores…, es lo que hay, y es con lo que Dios irá modelando el destino final y glorioso de la humanidad.
En fin señor Serrano, usted ódienos en racimo, que a la vez lo estaremos amando como nos pide nuestra fe y orando porque usted “vea”, como el ciego del Evangelio…
Luego el señor Serrano habla de sus: “críticas más o menos fundadas a los directivos de la Iglesia, porque se comportan como una empresa”. Primero, no lo creo, no es así…, generaliza nuevamente. Al decir esto ¿se referirá al aspecto “lucrativo” de una empresa corriente? Ese no es el sentido de la Iglesia, aunque como Institución tiene necesariamente que administrar y distribuir recursos… Sin negar que haya habido alguno por allí (muy pocos, gracias a Dios), que a titulo personal, posea debilidad por las pesetas…, la gran mayoría de los consagrados administra para bien de muchos, lo poco que entra a sus arcas…
Por otra parte, comportarse como un empresario en los otros aspectos, no es malo, es decir, el ejercer profesionalmente una actividad, dentro de una organización bien estructurada, con objetivos o metas precisas, destinada a ofrecer servicios y satisfacer necesidades, es algo positivo… Y los aspectos que de esto último pudiésemos encontrar en la Iglesia, en función de sus objetivos sobrenaturales, merecen elogio, pues haría más eficiente su labor…
Siguiendo con lo del curso “prematrimonial”, Serrano habla que asistió a cuatro (4) horas de “curso prematrimonial”… Me pregunto yo, con semejante rollo mental respecto a la Iglesia, se puede conocer lo mínimo necesario sobre la misma…, y no hablemos sobre el matrimonio en si…, de los conocimientos básicos y certezas para llegar al “matrimonio sacramental”, p/e: ¿existe Dios?, sentido de la vida humana, el proyecto Divino de Salvación, Jesucristo, la Iglesia, la gracia y los sacramentos, algo de apologética (para aclarar lo mínimo de lo que se dice contra la Iglesia), dignidad de la persona humana, virtudes humanas y divinas básicas para la convivencia (comunicación, respeto, orden, fidelidad, etc.), ¿qué implica ser hombre o ser mujer?, sexualidad humana (no dictada por sexólogos, pues, en general, la sexología más que ciencia es un vehículo de ideologías contrarias a la antropología humana que presenta la Iglesia Católica, los formadores deberían prevenir sobre esto… Por otra parte, muchos hoy en día están tan contaminados por la pornografía, o sea, que han aprendido el “ejercicio sexual” de prostit…, de ninfómanas y sátiros…, en fin, de cualquier cosa, y no de Damas y Caballeros cristianos…, que vaya usted a saber!…, habría que “re-civilizar” el acto sexual de acuerdo a la dignidad humana, para que incluya la gentileza, la ternura, comunicación física y espiritual adecuada, etc., etc.). Planificación Natural: sentido católico de la misma…, los métodos naturales…, ¿por qué se dice “no” a la píldora o al diu? (principalmente, porque si creemos que la vida humana comienza con la concepción/fecundación, el efecto anti-implantatorio de estos químicos, podría matar una nueva vida). ¿Que es la familia?, crianza de los hijos (aspectos básicos, por lo menos para los primeros años de vida), economía doméstica (¿cómo se lleva un hogar?), etc., etc., etc... En fin, que como mínimo, el “curso prematrimonial” debería durar como seis (6) meses intensivos…, a ver si se evita que se siga tomando a juego el Sacramento y que más del 50% de los matrimonios (siendo muy optimistas, pues la cifra es más alta) no se divorcien.
¿Qué inversionista en estos tiempos, entra en un negocio sin conocerlo suficientemente? ¿Qué empresa no capacita suficientemente a sus nuevos empleados? Pues los cristianos parece que, en general, no lo hacemos, pues vamos al matrimonio, que es una de las más importantes empresas que puedan emprenderse en la vida, trayendo una deficiente formación, que pretendemos superar en cuatro horas?, y hay quien se las salta…
Además, luego del matrimonio debería seguir la formación, para que la pareja continúe creciendo, madurando en su condición de cónyuges y padres… Lamentablemente, parece que todavía no existe suficiente conciencia de todo esto…
En fin, que el señor Serrano, parece que salió del “cursillo” con lo que él describe como “sus normas, puntos de vista y comportamiento”, sin variación alguna… Sin haber gustado siquiera, de lo básico del inmenso conocimiento depositado en la Iglesia...
El prosigue aludiendo que por sus ideas esperaba que lo echasen apaleado… Yo le diría que quien procediese así, desconoce o tergiversa los principios cristianos, que enseñan que se ame al pecador, aunque se rechace el pecado. Me parece que, para variar, esto es una alusión velada a la famosa Inquisición…, que no fue como la pintan, por cierto.
Fue bueno el debate formativo que narra nuestro amigo, y que tan bien lo impresionó…, pero insuficiente, más bien como introducción a un curso más amplio sobre estos temas.
El señor Serrano la pasó bien en temas como hijos, convivencia, sexo, amor, etc., pero se “mosqueó” cuando llegó el tema de religión, ¿y entonces que hacía en un curso católico para recibir un Sacramento?
El tío dice que no cree, “ni por asomo”, en el Dios que propone la Iglesia (no sabe que es Dios quien se revela, y la Iglesia simplemente lleva el mensaje y reparte Sus gracias), y continúa: “que la institución no le merecía la confianza suficiente como para depositar en ella sus creencias más intimas (entonces es Cristo quien no le merece la confianza suficiente, la Iglesia es un vehículo que El dispuso, guiado por El, aunque los copilotos sean más o menos dignos o buenos…, repito, pues los ha habido santos y pecadores…, pero es lo que hay, y con ellos Dios va construyendo lo que El sabe…
Saliéndome un poco del tema, recuerdo a un monseñor, ya difunto, que cuando alguien decía: -“¡No creo en los sacerdotes!”, el respondía: -“¡Yo tampoco…, yo creo en el SACERDOCIO, y en cuanto al individuo, ya veremos…!!!
Es decir que sea Cristo quien se luzca, así como el “sacerdocio ministerial” que lo representa…, mucho más allá del individuo que vive luchando con sus debilidades… Hay quien ha tenido una experiencia negativa con alguien de la Iglesia, y pasa a juzgarla toda por igual…
Siguiendo con Alejandro, dice que sí comparte el mensaje “de amor, fraternidad, amistad” que escuchó (conceptos bastante genéricos y “políticamente aceptados” si van según…), pero no las formas que utiliza la Iglesia ¿??????? Es decir, que él haría de mejor forma, o el gobierno indú, o la ONU…, el trabajo de amor, fraternidad, amistad, que hizo en la India la Hermana Teresa de Calcuta y sus misioneras…
Reitera Serrano su asombro por no recibir reacciones ¿“virulentas” ?, por sus opiniones…???
Algo que lo impresionó, y a mí también como siempre, son las razones superficiales que daban las otras parejas para casarse por la Iglesia..., más despiste o superficialidad de aquellas, imposible…
Lo dicho, o se forma bien a las personas en el hogar y en la escuela católica, o se necesitan cursos más completos para recibir los Sacramentos, y demás… Si no, pues seguirá el panorama que vemos actualmente….
Nuestro amigo se declara “hereje total”, y aún así se impresiona por la (baja) “calidad” de la formación de sus contertulios…
Al final, el grupo de parejas pasó con el “cura” (el primer encuentro fue con una pareja casada), les dio algunos consejos sobre la boda y el “contrato” de unión (¿no se le mencionó la palabra “alianza”?)…, cuyas cláusulas, dice Serrano, le dieron miedo (vaya!…, en la vida se siente miedo a lo desconocido o a lo que nos pudiese dañar ¿entonces?... No debería temerse aquello que consolida al amor y lo fructifica…, en fin).
Para concluir dice que en esos cursos la Iglesia da otra imagen más positiva de si… Para él fueron didácticos y “entretenidos”…
Ojalá que ese pellizco de buena impresión que tuvo, estimule al señor Serrano a conocer la Iglesia por la cual se casa ¿?, rezaré por ello…
Luego aclara que comparte, en general, lo que escuchó, “salvo cuestiones religiosas” ¿???? ¡Vaya de nuevo…!!! Es como si uno fuera a un hospital y saliera diciendo, fueron muy simpáticos, la conversación muy animada, el cafecito delicioso, pero de medicina nada de nada ¿?, o al Tribunal Supremo: si, muy bien en temas generales, muy entretenidos, la decoración impecable, pero en cuanto a la justicia, nada de nada ¿?
¡Se puede recibir un Sacramento católico ¿descartando el tema religioso???
La fe católica no es algo donde, en puntos básicos, uno pueda seleccionar lo que le parece, descartando lo que no… No se trata de un traje o de un accesorio que uno se ponga y se quite según la circunstancia… Es una forma de vida integral, razonable, real, científica…, espiritual… Es un todo… Donde se lucha por alcanzar la santidad (como la meta de superación más preciada), con caídas y levantadas, con alegrías y tristezas, pero siempre con esperanza y optimismo en el corazón, a pesar de todo… Es la felicidad como actitud y no como estado en este mundo…, la completa vendrá después, si la merecemos…
Serrano se despide en Post Data agradeciendo de nuevo a la Iglesia (el la escribe con minúscula), con ¿humor? que no lo persiguieran llamándolo “anticristo” (¿?), ni lo golpearan (¿?)… por ser sincero… Parece no conocer que uno de los valores más preciados de la Iglesia es el respeto de la libertad del individuo, aun del pecador, y que Dios no quiere robots programados para alabarle, sino hijos amantes y amados…
Bueno nada, oraciones por Alejandro Serrano y por esas parejas que van a casarse… Una mejor preparación del cristiano, y mucha alegría, optimismo y fe…, que en todo caso, Dios escribe recto sobre renglones torcidos… Vale!!!

lunes, 11 de junio de 2007

Para solicitar bendición papal para tu boda

Queridos amigos:
Aunque pronto abriré una nueva sección relativa a las bendiciones papales, colgando los vínculos en los que éstas pueden obtenerse fácilmente, de momento os puede servir esta dirección (para Cristina y José, que me la han solicitado). Como sabéis la bendición papal puede ser leída el día de la boda, al finalizar la ceremonia.

http://www3.planalfa.es/obhuelva/Informaci%C3%B3n%20General/bendiciones_papales.htm

Saludos

Joan

domingo, 10 de junio de 2007

Diseños de libros litúrgicos para vuestra boda

Queridos amigos:
Si queréis que en el día de vuestra boda vuestros familiares y amigos puedan seguir mejor la ceremonia, os recomiendo que os pongáis de acuerdo con artexarte@gmail.com, donde os podrán proporcionar distintos modelos y diseños.

Si previamente le pasáis todo el material variable elegido por vosotros -lecturas, oraciones y peticiones, fórmula elegida para el consentimiento, etc- allí os podrán diseñar el librito litúrgico, después de acordar el precio.

Un fuerte abrazo
Joan

Damos la bienvenida a Rafael, nuestro primer colaborador cibernáutico

Transcribo gran parte de un email de Rafael, quien me ha dado permiso para "colgarlo" en Casomaiboda. Lo hago por varios motivos: primero porque me ha dado alegría que alguien quiera colaborar en el blog, sin otro contacto que el cibernáutico (su nombre de guerra es caminante de la rivera), y en segundo lugar porque ha querido hacer unos comentarios a los comentarios de Iván (en la primera entrada de este blog, del mes de abril). En breve, los colgará en una nueva entrada.


Estimado Don Joan:
Lo felicito por su labor formativa.
(...) Hoy se escucha y se imparte poco el tema del autodominio, de la sublimación…, de la búsqueda del dominio del espíritu sobre la carne…, del fortalecimiento de la voluntad…, de la dignidad humana…, de la trascendencia.

Por cierto, seria oportuno destacar estos días, la noticia de que uno de los futbolistas mas importantes del mundo por su excelente desempeño profesional, Kaká (brasileño, integrante del Milan), decidió, él y su novia, mantenerse castos hasta el matrimonio (www.forumlibertas.com , 7/6/07)... Además, otros deportistas que se denominan “Atletas de Cristo” tratan de ser fieles a sus principios ( www.forumlibertas.com )
Hoy la pornografía y la promiscuidad hacen mella en la vida de muchos chavales, por eso estos ejemplos se agradecen.

De EE.UU. han venido muchos errores, pero también surgen allí iniciativas de enmienda moral bastante significativas. Casualmente leí sobre una de ellas, se trata de un sacerdote de Chicago que fundo un grupo que promueve activamente la castidad entre los jóvenes, se llaman “El Verdadero Amor Espera” (EVAE) y se ha extendido por varios estados de la Unión, y México. Me parece útil para los educadores como posible contacto para intercambio de experiencias y apoyo mutuo con grupos juveniles de otros países (www.evae.org); en su wed se leen actividades interesantes respecto al tema. Los chavales necesitan saber que no están solos en sus buenas intenciones, y que hay personas en otras partes luchando por cumplir con su dignidad de Personas.

He leído con mucha atención su blog donde trata la formación prematrimonial, es una encomiable iniciativa. Gracias por su invitación a participar, estoy dispuesto si cubro el perfil, hágame llegar lineamientos, tareas y trataré… Estoy por partir de viaje por unos meses en misión de trabajo, pero puedo responder por esta vía… Soy arquitecto, sobre la treintena d edad, catól., d. Madrid, soltero…

Volviendo al blog, acabo de escribir algo sobre los comentarios de Iván que allí aparecen, al modo de diálogo con él, se los envío en Datos Adjuntos a ver que opina…

Pido a Dios, le de fuerzas y el tiempo suficiente para cumplir con su trabajo evangélico y además con la investigación y desarrollo de tantos temas de interés que lo motivan…

Por lo pronto me despido, agradeciéndole alguna pequeña oración…

Cordialmente,

Rafael

lunes, 4 de junio de 2007

La primera fiesta de la humanidad

(Transcribo unos párrafos del epígrafe 4 de mi libro Las bodas: sexo, fiesta y derecho, Rialp, Madrid 1998)
En una cultura como la occidental, fuertemente imbuida por el Derecho, puede parecer un disparate sostener que una de las principales dimensiones del matrimonio sea la festiva. En efecto, desde el punto de vista jurídico —y siempre en el contexto de la cultura occidental— la celebración festiva del matrimonio es algo puramente anecdótico y accidental. Lo único verdaderamente importante es que el consentimiento haya sido expresado en la forma legítima establecida por la ley, de modo que pueda quedar constancia del nacimiento del vínculo conyugal. Que ese acto jurídico sea realizado de forma festiva o no es algo que no interesa a la autoridad estatal.
Si la ceremonia del matrimonio se ha realizado ante un testigo no autorizado por el Estado, el matrimonio se tiene por inexistente. Para el Estado es hoy mucho más importante cumplir con los requisitos legales de la ceremonia matrimonial que controlar cuál es la calidad humana y existencial del consentimiento que mutuamente se dan los esposos y cuáles la alegría y ambiente festivo que se crea a su alrededor. En la cultura jurídica occidental, el mundo del derecho se identifica con el mundo de las formas: testigos, registros, firmas, notificaciones, etc. Entre estos requisitos no se cuenta la fiesta nupcial. ¿Desde cuándo el Derecho ha tenido algo que ver con los sentimientos y con los festejos?
De todas formas —desde el punto de vista antropológico—, no es exagerado afirmar que en el matrimonio la dimensión festiva es también esencial. Obviamente, no estamos abogando por la nulidad de todos los matrimonios que han sido celebrados sin sentimientos de alegría y sin banquete y festejo nupcial. Simplemente, queremos poner de relieve que en toda época y en toda cultura, existe la fiesta nupcial.
Hasta tal punto es así que se ha podido observar, con una expresión que puede sorprender, que «la primera fiesta de la humanidad»[1] es tan vieja como el hombre mismo, puesto que se identifica con el primerísimo encuentro gozoso —el «flechazo» diríamos hoy— entre Adán y Eva, es decir, entre el primer varón y la primera mujer[2].
Antes de que Adán conociera a Eva, su situación en el mundo era la de la «soledad originaria». Se trata de una situación peculiar, puesto que nada tiene que ver con la soledad de quien siente la ausencia de compañía. Adán no era consciente de su soledad[3]. Sólo quien ha experimentado la «compañía» es capaz de conocer qué significa la soledad.
Hasta ese momento Adán está abocado al mundo. Dios coloca ante él todas las criaturas para que les ponga nombre, lo cual significa tanto como conocerlas profundamente o poseerlas[4], pero en ninguna encuentra una ayuda semejante a él. Adán se reconoce distinto al mundo: las cosas no son dignas de su amor, porque amor significa voluntad de identificación con el sujeto amado. La tarea de Adán antes de conocer a Eva es la de un «catalogador de existencias». Podemos imaginarnos a este hombre solitario totalmente concentrado en su tarea —verdaderamente ímproba— de dar nombre a todo, en una carrera sin término, porque nada de lo que encontraba y «catalogaba» era objeto digno de su amor. Adán es el símbolo del hombre alienado, es decir, del hombre que está fuera de sí, volcado en hacer cosas. El no se siente solo, como tampoco se siente aburrido. Más aún, podría decirse que no tiene tiempo para aburrirse, pues la multiplicidad de lo que tiene que conocer y nombrar supone un continuo desafío a su inteligencia.
Es Dios quien se da cuenta de la soledad de Adán y por eso se dispone a hacerle un regalo —un auténtico regalo de amor—. Hasta ese momento todas las cosas con las que se encuentra el primer ser humano han sido entregadas, es decir regaladas, pero también es cierto que la voluntad de Adán no puede reposar en ellas. No se puede amar una «cosa» o un «animal» en el sentido más profundo del término amar, porque quien ama las cosas de este modo se «cosifica». Por esta razón la voluntad no se sacia con las cosas, sino que siempre busca sin cesar «alguien» que pueda corresponder a su amor. Ese es precisamente el momento en que se produce la «primera fiesta de la humanidad».
«El encuentro con Eva resulta así como el encuentro de Adán consigo mismo, hecho posible porque en cierto modo su sí mismo ha sido puesto fuera de él y ante él. Se constituye de este modo la autoconciencia plena del hombre, que es conciencia de la unidad consigo mismo»[5]. Pero lo fundamental —para lo que a nosotros nos interesa— no es el hecho de que Adán se descubra a sí mismo mirando a Eva, lo cual ya es mucho, sino que en Eva logra descubrir el amor que Dios le tiene. La exclamación de intenso júbilo pronunciada por Adán —«Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará varona porque del varón ha sido tomada» (Gn 2, 22-23)— supone un grito festivo. Nada de lo que había visto y nombrado hasta ese momento era suficientemente valioso como para que fuera celebrado. Sólo al contemplar a Eva, Adán se da cuenta de que la santidad ha entrado en el mundo[6]. El cuerpo de Eva no es objeto de mera concupiscencia, o al menos no lo es exclusivamente, sino que constituye el «signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad»[7].
Así se puede comprender la verdad encerrada en esta profunda afirmación de Juan Pablo II: «Con esta conciencia del significado del propio cuerpo, el hombre, como varón y mujer, entra en el mundo como sujeto de verdad y de amor. Se puede decir que Gen. 2, 23-25, relata como la primera fiesta de la humanidad en toda la plenitud originaria la experiencia del significado esponsalicio del cuerpo: y es una fiesta de la humanidad, que trae origen de las fuentes divinas de la verdad y del amor en el misterio mismo de la creación. Y aunque, muy pronto, sobre esta fiesta originaria se extienda el horizonte del pecado y de la muerte (cf. Gen, 3), sin embargo, ya desde el misterio de la creación sacamos una primera esperanza: es decir, que el fruto de la economía divina de la verdad y del amor, que fue revelada desde “el principio”, no es la muerte, sino la vida, y no es tanto la destrucción del cuerpo del hombre creado a “imagen de Dios” cuanto más bien la “llamada a la gloria” (cf. Rom 8, 30)»[8].
Hasta que Dios crea a Eva, todo en la vida de Adán es fruto del trabajo y del esfuerzo personales (aunque no fuera trabajo penoso, gracias al estado de justicia original): la búsqueda de un nombre apropiado para cada criatura. En la mujer, Adán descubre algo que tiene el carácter de lo inesperado y gratuito: un don o regalo imprevisto. Eva es un don, un regalo ofrecido gratuitamente a Adán.
Es un buen ejercicio de imaginación ponerse en el lugar de Eva mientras espera que se despierte el hombre para el cual ha sido creada. También ella es una persona humana, creada por amor y para el amor[9], con una dignidad tan grande que toda actitud de uso o instrumentalización en relación a ella es gravemente ilícita. Sin embargo, cuando Adán despierte, ¿qué es lo que hará?
Debe advertirse que Eva fue consciente de su humanidad con anterioridad a Adán, porque éste dormía plácidamente a su costado. Ella tenía al hombre a su merced. Podía incluso acabar con él de una vez por todas, como han hecho algunas heroínas bíblicas –y no tan bíblicas— a lo largo de la historia. Podía también aprovechar ese momento de sueño para huir. Lógicamente, Eva advertiría rápidamente que la potencia muscular y física del varón era muy superior a la suya. Una pelea sería fatal para ella. Podría huir. Sin embargo, Eva aceptó el desafío y esperó a que Adán despertase de su letargo. Eva se reconoció a sí misma en Adán: no tenía ningún sentido ni matarlo ni huir de él. En ambos casos, Eva se estaría suicidando a sí misma como persona, es decir, como «regalo». Porque en esto consiste ser persona, ser y sentirse «don», «regalo».
Menos mal que la narración bíblica nos explica que Adán estuvo a la altura de la vocación recibida. Ciertamente, hubiera podido descubrir en su compañera un enemigo, alguien con quien tendría que compartir o que disputar, a partir de entonces, el imperio que con su esfuerzo y su trabajo había conquistado. También hubiera podido descubrir un ser de menor rango; un ser ciertamente seductor y atractivo, pero también menos capacitado para el esfuerzo y la fatiga física. En definitiva, hubiera podido pensar en qué modo esa nueva criatura podría «servirle» para sus proyectos intramundanos o, lo que es lo mismo, cómo podría servirse de ella del modo más eficaz y provechoso.
Estas han sido las actitudes que el Adán histórico ha sólido adoptar respecto de su compañera Eva. Y quizá existió ese temor en la primera mujer, mientras esperaba que Adán —el hombre para quien ella había sido creada— despertara de su profundo sopor. Afortunadamente, nada más acabar de desperezarse, Adán comprendió enseguida que Eva era una persona, es decir un ser que se realiza en la comunión amorosa, un ser que, al haber sido querido por sí mismo, sólo se encuentra a sí mismo mediante el don sincero de sí[10]. Habiendo sido constituidos en la santidad propia de la inocencia original, todo su ser corporal tenía un significado esponsal, es decir, suponía una llamada a la entrega y a la comunión. En efecto, ambos estaban desnudos y «no sentían vergüenza». El cuerpo es un testimonio constante de que han sido llamados a ser «el uno para el otro»[11].
Que Adán decida tomar a Eva como mujer, significa que ella es aceptada como persona —es decir, que es querida por sí misma y no como un mero objeto— y que Adán se entrega también como persona y que es aceptado como tal por Eva[12]. Ese entregarse y aceptarse equivale al establecimiento de una alianza, de un compromiso de amor indisolublemente fiel hasta la muerte, puesto que «si la persona se reservase algo o la posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donaría totalmente»[13].
El relato de la primera fiesta de la humanidad permite deducir dos características esenciales de la «donación interpersonal amorosa». Aquí no caben ni las condiciones ni la instrumentalización. No hay auténtico amor conyugal —y consecuentemente tampoco un verdadero pacto conyugal— si uno de los esposos busca prevalentemente fines, cualidades o bienes que están fuera del proyecto vital y personal del otro; es decir, si quisiera al otro como medio o instrumento para alcanzar otros objetivos. La entrega de la persona es eso, un regalo gratuito e incondicionado de sí mismo, de su proyecto vital.
En la historia de los descendientes de Adán, nacidos con el pecado original, la radicalidad de la entrega esponsal adquiere tonos oscuros. En todas las culturas ha existido la instauración de algunas causas de divorcio vincular (el ahora llamado «divorcio remedio» en los casos límite). En el diálogo entre Jesús y los fariseos se advierte la tensión existente entre «la dureza de vuestros corazones» y el «éthos» del amor conyugal. Cristo afirma la vigencia del proyecto originario de Dios para el hombre y la mujer: «¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: “por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne”. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre» (Mt 19, 4-7).
En mayor o menor medida toda cultura, por definición, ha defendido el valor de la entrega personal en el matrimonio. De hecho, ha sido siempre defendido como un valor de carácter social, hasta el punto que la cultura europea de raíz cristiana ha definido la familia de origen matrimonial como célula y fundamento de la sociedad humana. Decimos que toda cultura ha defendido el valor «interpersonal» del amor conyugal y del matrimonio, porque toda persona comprende sin dificultad que el verdadero amor es incondicional y contrario a la instrumentalización. La palabra «cultura» indica el conjunto de principios y valores que están en vigor en un momento dado en un lugar o espacio, y en virtud de los cuales las personas entienden que algo es o no digno del ser humano. En toda cultura, por definición, la entrega personal —es decir, el matrimonio— es entendido como algo valioso. Por eso, existen siempre leyes que regulan la institución matrimonial, origen de la familia y célula de la sociedad.
Pero, al mismo tiempo, toda cultura conoce también —en diversas formas y en diverso grado— rasgos evidentes de instrumentalización del amor conyugal. Hasta el punto que, en ocasiones, se ha podido desligar el amor y el matrimonio, como si fueran realidades que nada tuviesen que ver entre sí. Se ha defendido la institución del vínculo conyugal, aceptando que para su constitución bastaría el acto jurídico o la mera voluntad de los padres de los esposos. Ese ha sido uno de los problemas del pasado.
Hoy uno de los peores signos de «instrumentalización y condicionamiento» lo constituye la mentalidad divorcista, en virtud de la cual, mucha gente se casa con la condición «de que nos sigamos queriendo», «de que las cosas sigan como hasta ahora», en definitiva, «mientras nos sigamos siendo útiles el uno al otro». Aceptar el divorcio como punto de partida no es más que aceptar un esquema «instrumentalizador» de la persona humana y del amor conyugal.
Tanto las exigencias profundas del amor conyugal y de la sexualidad, radicadas en la dignidad de la persona, que no debe ser nunca instrumentalizada, como las consecuencias de la debilidad humana y las conductas legalizadoras del «utilitarismo sexual» son constantes de toda cultura humana.
[1] Juan Pablo II, Audiencia general del 20 de febrero de 1980. A partir de ahora citaremos los documentos del Magisterio por la obra de Sarmiento, A.-Escrivá, J., Enchiridion Familiae, Ediciones Rialp, Madrid 1992. La obra no consiste sólo en una mera recopilación de fuentes y documentos —lo cual se hace en forma exhaustiva, recogiendo todos los documentos magisteriales desde el primer siglo hasta nuestros días— sino que, además, se ha realizado un notable esfuerzo de sistematización, que facilita el acceso a los documentos. El Enchiridion Familiae aventaja a las recopilaciones ya existentes no sólo por el abundantísimo material recogido y ordenado, sino también por la posibilidad de consultar los textos en la lengua original en el que fueron escritos, al mismo tiempo que se proporciona la traducción española. Es particularmente digno de elogio el sexto y último volumen dedicado a los índices. Cuando nos refiramos a textos del Magisterio allí recopilado utilizaremos las siglas para abreviar «EF», seguidas del número del volumen y de la fecha del discurso. Así, en el texto citado: EF, vol. 3, 1980 02 20, n. 8. Para los documentos más importantes emplearemos sencillamente las dos primeras palabras seguidas del número que corresponda: Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 11, Encíclica Redemptor Hominis, n. 10, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, Encíclica Veritatis splendor, n. 48, o Carta a las Familias en el Año internacional de la familia, n. 10.
[2]Como es sabido, en el Génesis existen dos relatos de la creación del hombre. En el primer capítulo, aparece el acto creador en su unidad: «El Creador al principio los creó varón y mujer» (Gn 1, 27). En cambio, en el segundo capítulo la creación del hombre y la mujer aparece como realizada en dos momentos. La interpretación tradicional se inclinaba por entender que Dios creó primeramente al varón y, sólo después, a Eva. Una interpretación más estricta del texto sagrado permite entender que Adán no era ni varón ni mujer, sino un nombre genérico, sexualmente indiferenciado. Ese ser humano, después del sueño o profundo sopor que le envió Dios, se descubre a sí mismo como «varón y mujer». «A este primer ser humano la Biblia lo llama "hombre" (Adam), mientras que, por el contrario, desde el momento de la creación de la primera mujer comienza a llamarlo ("varón"), 'is, en relación a 'issa ("mujer", porque está sacada del varón = 'is)» (EF, vol. 3, 1979 09 19, 2.). Para un exhaustivo análisis de estos textos puede verse Aranda, G., Corporeidad y sexualidad en los relatos bíblicos de la creación, en AA.VV., «Masculinidad y feminidad en el mundo de la Biblia», Pamplona 1989, pp. 19-50, Castilla, B., ¿Fue creado el varón antes que la mujer? Reflexiones en torno a la antropología de la creación, en «Annales Theologici», 6 (1992), pp. 319-366. Aunque estemos de acuerdo con la exégesis que entiende a Adán como «nombre genérico», en el texto seguiremos refiriéndonos a él como varón.
[3] Choza, J., «Theia mania». La culminación del eros», en «La realización del hombre en la cultura», Madrid 1990, p. 130.
[4] Choza, J., Antropología de la sexualidad, Madrid 1991, p. 109.
[5] Ibidem.
[6] EF, vol. III, 1980 02 20, 5.
[7] Ibidem, n. 4.
[8] Ibidem, n. 6.
[9] Cfr. Redemptor Hominis, n. 10.
[10] Cfr. Constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 24. Es necesario señalar que este pasaje de la Gaudium et Spes es invocado en multitud de ocasiones en el Magisterio del actual Romano Pontífice, hasta el punto que en la encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et Vivificantem, n. 59 se llega a afirmar que en aquellas palabras está resumida toda la antropología cristiana. Un desarrollo del texto conciliar desde la perspectiva de la familia se puede encontrar en la primera parte de la Carta a las familias.
[11] En la Exhortación Apostólica Mulieris Dignitatem, n. 7, leemos que «la imagen y semejanza de Dios en el hombre, creado como hombre y mujer (por la analogía que se presupone entre el Creador y la criatura), expresa también, por consiguiente, la "unidad de los dos" en la común humanidad. Esta "unidad de los dos", que es signo de la comunión interpersonal, indica que en la creación del hombre se da también un cierta semejanza con la comunión divina (communio). Esta semejanza se da como cualidad del ser personal de ambos, del hombre y de la mujer, y al mismo tiempo como una llamada y tarea. Sobre la imagen y semejanza de Dios, que el género humano lleva consigo desde el "principio", se halla el fundamento de todo el "ethos" humano. El Antiguo y el Nuevo Testamento desarrollarán este "ethos", cuyo vértice es el mandamiento del amor. En la "unidad de los dos" el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir "uno al lado del otro", o simplemente "juntos", sino que son llamados también a existir recíprocamente, el "uno para el otro"».
[12] Sobre la estructura y dinámica del don esponsal puede leerse EF, vol. 3, 1980 02 06, n. 1-6.
[13] Familiaris consortio, in. 11.

¿Qué opinión te merece esta opinión sobre los cursos prematrimoniales?

Hola amigos:
Pretendo alimentar esta blog con cierta frecuencia (y en esta temporada irá en aumento).
Os remito a un blog que ha "caído" en mi pantalla esta mañana y que me parece digno de comentario para vosotros: espero que alguien lo comente. (Si nadie lo comenta, tampoco me desmoralizaré).

diariocabron.blogspot.com/2006/06/curso-prematrimonial.html

domingo, 3 de junio de 2007

El icono de la Santísima Trinidad

El icono de la Santísima Trinidad de Peter Rublev expresa con gran perfección artística el misterio escondido de Dios: la Santísima Trinidad y la Encarnación del Verbo. En él se refleja la teofanía −es decir la manifestación divina− junto a la encina de Mambré. No se trata de una revelación en sentido estricto, sino más bien de lo que en Teología se conoce como una figura o tipo. Sólo a la luz de la realidad anunciada o profetizada puede entenderse la figura. Únicamente desde la efectiva realización del hecho o misterio significado puede comprenderse el carácter de figura del suceso que sirve de signo.
El icono escenifica la aparición de Yahvé a Abrahán. «Se le apareció Yahvé en la encina de Mambré, estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y vio que había tres individuos parados a su vera» (Gn 18, 1-2). A lo largo de la narración se sucede este uso indistinto del singular y del plural. Se aparece Yahvé, pero al levantar la mirada ve a tres personas. En el diálogo hay frases que se atribuyen a los tres y otras que son pronunciadas por «aquél», es decir, Yahvé.
El momento es de una gran trascendencia. Abrahán ya ha recibido la promesa de Dios, a la edad de noventa y nueve años: «Por mi parte ésta es mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, pues te he constituido padre de muchedumbres de pueblos. Te haré fecundo sobremanera» (Gn 17, 4-6). Abrahán advierte que esta aparición guarda relación con esta promesa de fecundidad y descendencia y acude en busca de Sara, su mujer, para que ésta prepare un banquete con que obsequiar a los visitantes.
El diálogo principal se produce después de que ellos hayan comido. Al parecer, Abrahán está ante ellos, en pie, debajo del árbol. Ellos le dijeron: «Dónde está tu mujer, Sara» (Gn 18, 9). Abrahán señaló detrás de ellos, diciendo: «ahí, en la tienda». Entonces, «aquél» dijo: «Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo» (Gn 18, 18). El anuncio es tan insólito que provoca la risa de Sara, que podía escuchar la conversación desde la tienda. Yahvé le pregunta a Abrahán por qué razón se ha reído su mujer, originándose un diálogo entrañable entre Yahvé y Sara, en el que Dios condesciende con las mentiras y los miedos de la mujer.
Esta es la escena que reproduce el icono de Rublev. En la parte superior de la imagen se advierten −de izquierda a derecha− una casa, un árbol y una montaña cubierta con una nube. Los tres personajes están sentados alrededor de una mesa, de modo que con la posición de sus cuerpos y los elementos en los que descansan, configuran al mismo tiempo un círculo y un octógono. Dejando de lado los posibles significados de la figura octogonal −pueden descubrirse incluso dos octógonos: uno que engloba sólo a las figuras centrales y otro, más alargado, que alcanza los elementos superiores−, el círculo tiene un importante significado simbólico: expresa gráficamente una propiedad característica de la Trinidad: la perichoresis, término griego que significa literalmente danza, y con el que se quiere indicar la mutua inmanencia de las Personas divinas, en cuya virtud son tres Personas en una sola naturaleza[1]. El movimiento circular −el amor − comienza en las Personas divinas y se comunica a la entera Creación. No se detiene en el pecado de los hombres, sino que se intensifica más aún en la Redención.
El suceso «figura», la teofanía de Yahvé en la encina de Mambré, tiene como fin inmediato anunciar a Abrahán (y a Sara, que está escuchando la conversación desde la tienda) que va a ser Padre de una muchedumbre a través del hijo que va a tener con Sara, a la sazón una anciana. Parece claro que lo importante del anuncio no es tanto la concepción y nacimiento de Isaac, sino más bien la muchedumbre de pueblos de los que Abrahán será padre por razón del Mesías que nacerá de su linaje.
En efecto, el personaje central es el Hijo Unigénito, el Verbo encarnado. Se le reconoce principalmente por el hecho de llevar una túnica roja, bajo el manto de color azul. Mientras el rojo de la túnica significa su naturaleza humana, asumida por el Verbo al llegar la plenitud de los tiempos; el color azul, común a las vestiduras de los tres personajes, representa la idéntica naturaleza divina. El Verbo, que ocupa la posición central, tiene una estola sobre el hombro que representa la inmortalidad, su Resurrección (se entiende que en cuanto hombre). El árbol que está detrás de él −que en la interpretación inmediata del icono significaba la encina de Mambré− puede representar ahora tanto el árbol de la ciencia del bien y del mal como el leño de la Cruz.
Precisamente porque el movimiento circular comienza en Dios y abarca la Creación entera, esta posición central indica la centralidad del Verbo encarnado en el proyecto Creador de Dios.
Si se contempla la figura del Verbo Encarnado, haciendo abstracción de la mesa ante la que está sentado, se advierte un efecto óptico interesante por el que parece ocupar una posición predominante con respecto a las otras dos Personas divinas. Mediante este efecto se refuerza el mensaje principal del icono: en vez de ser Dios el invitado a la mesa, son los espectadores del cuadro quienes son invitados a participar del banquete y la invitación la hace el Enviado del Padre, Jesucristo.
En cambio, contemplando el cuadro completo es evidente que está sentado detrás de la mesa. También así se realza el significado principal del icono. Dios invita a la humanidad a sentarse a la mesa y a participar del banquete divino. La humanidad, por tanto, no puede quedar ante este icono como un mero espectador, sino que recibe la invitación de pasar a ser protagonista, identificándose con el personaje principal que es Cristo −el Cristo total, diría san Agustín, que formamos los miembros con la Cabeza o la Esposa con el Esposo−.
Decimos que se trata del principal significado del icono porque así lo indica la copa rebosante de vino, situada en el centro de la mesa, y también la forma de las siluetas de los otros dos personajes −el Padre y el Espíritu Santo− que configura también una copa, mediante la que se invita a beber.
El brazo derecho del Hijo encarnado insinúa también un nuevo círculo interior, que constituye una nueva perichoresis, la unidad que forman Esposo y Esposa al ser una sola carne. El concilio Vaticano II, en un texto en el que se resume «la entera antropología cristiana»[2], ha profundizado en el significado de la oración sacerdotal de Jesús: «Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspecti­vas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»[3]. La unidad que constituyen las tres Personas divinas (la perichoresis externa del icono) es el modelo de la perichoresis de los hombres y de las mujeres en Cristo, de la Esposa con el Esposo. Se nos invita a danzar en un baile que exige «el don sincero» de la persona. Esta es una invitación que Jesucristo ofrece en cuanto Creador (constituye la vocación de toda persona humana, en todo tiempo) y que confirma en cuanto Redentor, indicando con su Pasión, Muerte y Resurrección cuál es el camino por el que podemos llegar a la plenitud y dándonos la fuerza o energía necesario para recorrerlo.
[1] F. Pilloni, Danza nuziale, Torino 2202, ha desarrollado un itinerario teológico y pastoral para parejas fundamentado en la idea de la perichoresis divina. «Il simbolismo nuziale −explica el autor− si compie nella dramática nuziale dell’economia, che rimanda alla perichoresis nuziale dell’Unitrino. La cacramentalità appare pienamente fondata intrateologicamente e ogni dualismo e polarità lasciata alle spalle, in vista del compimento relazionale/nuziale dell’amore creato».
[2] Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 59.
[3] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24.