jueves, 21 de febrero de 2008

Arquidiócesis de Valencia Ofrece Preparación para el Matrimonio vía Internet

VALENCIA, 21 Feb. 08 /(ACI).- La Arquidiócesis de Valencia informó que gracias a la "Escuela de Novios", cientos de jóvenes españoles e italianos han recibido su formación para el matrimonio a través de Internet.

Desde que hace dos años se inició la modalidad ‘on line’, "ha aumentado muy notablemente el número de parejas de novios que nos solicitan el servicio", indicó el director de la Escuela, P. Enrique Orquín, en una entrevista concedida a la agencia AVAN.

La idea de ofrecer el servicio de formación para el matrimonio a través de internet surgió a pedido de varias parejas de novios que "viven en lugares diferentes y tienen incompatibilidades horarias para asistir a los cursillos prematrimoniales presenciales", indicó el presbítero.

La iniciativa busca que "los cursillos prematrimoniales" se puedan "ampliar a varios meses y adquirir una función de acompañamiento formativo para los novios", pues, si "se reducen a un breve espacio de tiempo antes de la boda, pueden tener una función informadora, pero difícilmente formadora de lo que significa vivir cristianamente en matrimonio", acotó.

La Escuela de Novios, que funciona en su modalidad presencial desde hace ocho años, comenzó a dictar los cursos por Internet hace dos años. El primer año la mayoría de parejas eran de Madrid, "pero este año contamos también con novios de Alicante, Barcelona, Córdoba, Badajoz, Sevilla, Jaén, Huesca, Benidorm, Cáceres, Plasencia, Pamplona o Toledo", afirmó el P. Orquín

Para más información e inscripciones escribir a: escueladenovios@escuelagalilea.com

domingo, 10 de febrero de 2008

LA DURACION DE LOS NOVIAZGOS

ES CORRECTO PLANEAR Y ADQUIRIR LO NECESARIO PARA LLEVAR UNA VIDA FAMILIAR DIGNA, PERO ESTO NO DEBE SER EL PRETEXTO PARA RETRASAR INDEFINIDAMENTE UN COMPROMISO...

Por José Luis Olaizola. Premio Planeta.

Se está volviendo a poner de moda el que la gente se case, pero dentro de la línea de la sociedad de consumo, lo que trae como consecuencia el que muchos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: «¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse. Cuando el noviazgo se alarga demasiado, para lo único que sirve es para coger mañas.

Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesitan tener tantas cosas para casarse, que cuando las consiguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mismos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.

Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a adentrarme en el pasado, he podido constatar cómo, según discurren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimonio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían fontanería, ni electricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.

Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado y, a lo más, la edad de matrimoniar se retrasa en un par de años. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Inglaterra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produjo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después. En el siglo XIX la cosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimonios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo contraen. Las cosas claras.

¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demoran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coche/s, televisor, vídeo, cadena musical, viaje de novios transoceánico y suma y sigue. Consecuencia: presupuestos millonarios para la celebración y para su posterior mantenimiento.

-¿Y usted a qué edad se casó?

-Pues yo, amable lectora, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, de renta antigua; en eso tuvimos suerte, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro perras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al disfrute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.

-¿Pero qué dice usted?

-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individualizadas... En fin, qué le voy a contar que usted no sepa.

-Le veo a usted un poco pesimista.

-No quisiera. Pero insisto en que conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilusiones y no irlas desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.

-¿No estará usted exagerando un poco?

-Eso espero.

sábado, 2 de febrero de 2008

LA HISTORIA DE AMOR DE FERNANDO DE TIROL Y PHILIPPINE WELSER

Philippine procedía de una famosa y adinerada familia de mercaderes, los Welser, radicados en la ciudad alemana de Augsburgo. Bartolomé Welser, prestó al emperador y rey de España Carlos V, doce toneladas de oro, por lo que el soberano le concedió el cargo de consejero secreto. Para la época, la familia Welser tenía en sus manos el mercado mundial de especias y estaño.

Philippine, era una joven hermosa de ojos azules, cabello oscuro, y piel muy blanca. Tuvo muchos pretendientes, pues era un excelente partido pero, en un año rechazó a 28, y es que quería encontrar, para esposo, a un caballero en todo el sentido de la palabra.

El Archiduque del Tirol, Fernando, segundo hijo de los reyes checos, Ana de Jagellón y Fernando I de Habsburgo, era cauteloso también para escoger a su futura esposa. El joven rechazó oportunidades de matrimonio con damas de la alta nobleza de Francia y Portugal, incluso a María Stuart… Hasta que conoció a Philippine Welser.

Ocurrió en Augsburgo durante la visita el emperador Carlos V, tío de Fernando. El soberano, acompañado de su hermano, el rey checo Fernando I, y por su sobrino el Archiduque Fernando, fue recibido con todos los honores en la casa de los Welser, que ofrecieron con ese motivo, un gran festín.

Pero he aquí que la mirada del joven Fernando no podía apartarse de Philippine, a quien tampoco le era indiferente. Durante el resto de la velada, Fernando buscó en todo momento, la oportunidad de acercarse a la joven.

Al día siguiente, el padre de Philippine, hombre perspicaz, para quien no pasó desapercibida la simpatía mutua de los jóvenes, decidió mandar a su hija lejos, para protegerla de un amor prohibido en aquellos tiempos, desde el punto de vista social y político.

Así Philippine Welser, a sus veinte años de edad, fue trasladada al castillo de Breznice, en Bohemia del Sur, donde residía la hermana de su madre, Katerina Loksanská. Si bien este edifico quedaba distante de Augsburgo, resultó más cerca de la corte de Fernando. La vida del castillo era muy activa socialmente, y ahora la frecuentaba el joven Archiduque del Tirol.

En la Primavera del año 1557, diez años después de que Fernando y Philippine se encontrasen por primera vez, se celebró en los bosques alrededor de Breznice, una extenuante partida de caza, después de la cual hubo una gran celebración… Al anochecer, anfitriones, invitados y sirvientes, se retiraron a dormir exhaustos… Sin embargo, la cocinera principal, Margarita, padecía insomnio. En la madrugada, escuchó un golpe de puerta y salió a los corredores para indagar. En una escalera, divisó una figura femenina vestida de blanco, que confundió con un fantasma, y huyó asustada hasta su cuarto.

No se dio tiempo para ver que la dama vestida de blanco, era seguida por una figura masculina, y otras cinco personas más. Todos se dirigieron, sigilosamente, a la capilla del castillo donde se celebró el matrimonio secreto entre Fernando del Tirol y Philippine Welser. Todo había sido preparado cuidadosamente.

Al final de la ceremonia, el sacerdote pronunció unas palabras insólitas: -“Exhorto a los presentes a que confirmen con un juramento solemne, aquí, ante el altar de Dios, que no revelarán a nadie, aún bajo amenaza, que su Alteza Real, el príncipe Fernando, ha tomado por esposa a Philippine Welser”. Seguidamente hizo firmar a los testigos, un escrito en el que constaba su presencia, y que hasta su muerte, mantendrían en secreto el evento.

Un año después, el 15 de Junio de 1558, una hora antes de la medianoche, nació el primer hijo de esta pareja. El alumbramiento fue asistido por Andrea Mattioli, desde 1555 médico privado de Fernando, en Praga, y autor de un famoso herbario con 60 ediciones en distintos idiomas. También tuvo que jurar que jamás diría nada a nadie.

Cuando al día siguiente el portero del castillo de Breznice, abría la puerta principal, vio a un bebe envuelto humildemente, y lo llevo a Philippine…, quien se ofreció a darle cobijo al “niño abandonado”… Le puso por nombre Andreas, y de la misma manera adoptó el 22 de Noviembre de 1560, a Carlos.

Pero llegó el momento en que Philippine no pudo más con su situación, y decidió aprovechar una audiencia que ofrecía el Emperador, durante la cual, los vasallos que quisieran, podían expresarle alguna súplica.

Vestida de luto regio, y con su hijo mayor en brazos, Philippine suplicó la gracia de que se alejaran un poco los cortesanos para poder hacer una delicada confidencia…Luego, pidió primero perdón al emperador, y seguidamente expresó que su marido era de procedencia noble, y ella una burguesa, y que por eso su esposo temía anunciar su matrimonio a su familia.

El emperador, sin sospechar nada, declaró galantemente que ningún padre podría ser tan severo, como para que la hermosura de su nuera no ablandara su corazón, y no perdonara al hijo el matrimonio desigual. Philippine dio mil gracias y reveló quien era su esposo.

Fue evidente para los distantes observadores, la sorpresa del emperador, se trataba de su propio sobrino... Llamó inmediatamente en privado a Fernando, quien al llegar se puso de rodillas compungido, pidiendo perdón a su augusto tío, mientras abrazaba a Philippine y al hijo de ambos.

El Emperador se retiró entonces, muy serio, en silencio…, se había puesto en juego su autoridad, la de su hermano, el orden social, la política, la línea sucesoral a la corona…, y más tarde les envió su decisión por escrito.
Reconoció ese matrimonio por amor…, pero debería permanecer secreto por siempre… Quitó a Fernando y a sus descendientes el derecho de sucesión al trono checo y húngaro, salvo que se extinguiera toda la estirpe haugsburga. Les adjudicó una renta de 30 mil monedas de oro al año y los exceptuó del pago de impuestos.

Los esposos se trasladaron a vivir al castillo de Krivoklát, y tuvieron dos hijos más, los gemelos Felipe y María. En 1564 subió al trono el Emperador Maximiliano II, quien mandó a Fernando trasladarse al castillo de Ambras, cerca de Innsbruck.

Después de la muerte de Maximiliano, fue coronado emperador su hijo Rodolfo II, en 1576. Ese año, el primogénito de Philippine y Fernando, Andreas, reunía las condiciones que para la época, le permitían acceder a la dignidad de Cardenal, pero su supuesto oscuro origen, se lo impedía… Elevado el caso hasta el Papa, este eximió a Fernando y a Philippine del juramento de silencio, y su matrimonio, por fin, pudo ser reconocido públicamente, y pudieron presentar a sus hijos como legítimos.

Como dato curioso, a la ceremonia de investidura del nuevo Cardenal, asistió como paje de 12 años, el futuro viajero y gran compositor checo Krystof Harant de Polzice…

Fernando y Philippine vivieron felices en su castillo de Ambras (Tirol), hasta la muerte de la esposa en 1580, cuatro años más tarde del reconocimiento público de aquel matrimonio bendecido por Dios hacía tantos años.

Andrea Fajkusová