martes, 8 de abril de 2008

Curso prematrimonial en Valladolid

Os pongo las fechas de las sesiones del cursillo prematrimonial que tendrá lugar en Valladolid en esta primavera del 2008.

Sábado 19 de abril: La relación conyugal: la dimensión interpersonal
Sábado 3 de mayo: La dimensión social del matrimonio
Sábado 24 de mayo: La dimensión sacramental
Sábado 14 de junio: La fecundidad conyugal

Teléfono 618 86 79 73

Las sesiones tendrán lugar en Paseo Zorrilla 100, 19 B, a las 12:30

domingo, 6 de abril de 2008

Una revolución nupcial: ¿te animas a ponerla en práctica el día de tu matrimonio?


Hace ya un poco de tiempo que tengo olvidado este blog, puesto que me he dedicado más a Familia en construcción. Allí colgué hace unos días esta entrada, en la que tomo prestada la idea central de la película CASOMAI para reconvertirla en una propuesta revolucionaria.

Entraba yo en una iglesia napolitana, junto con un amigo sacerdote, precisamente en el momento en que unos esposos estaban declarando solemnemente la fórmula del consentimiento matrimonial. El comentario de mi amigo me dejó helado:
- ¡Otro matrimonio nulo!
Se le puede disculpar. Era juez diocesano de Nápoles y dedicaba muchas horas a profundizar en historias dramáticas que terminaban en la ruptura matrimonial y en el certificado canónico de defunción vincular.
El signo de la entrega de la persona fue interpretado por este amigo como una realidad vacía e insignificante. Mucha gente en las mismas circunstancias no pensará lo mismo que él, porque su juicio drástico se debió a un claro prejuicio profesional, pero tampoco atribuirá una mayor importancia al consentimiento de los esposos.
En esta sección que ahora inauguramos propongo una iniciativa inspirada en la película italiana Casomai -que en España se ha traducido como Comprométete-. En ella, el párroco celebrante de una boda invita a los amigos y familiares a salir de la iglesia con el fin de que los esposos declaren el consentimiento ante él como único testigo. ¿La razón? Porque no están dispuestos a "comprometerse" con los esposos y, con mucha probabilidad, les abandonarán en los momentos en que éstos necesiten su ayuda y su consejo.

El mensaje de esta película es de una actualidad extraordinaria. Para revitalizar el signo matrimonial no debemos esperar leyes estatales o reformas litúrgicas. No son las instituciones las que pueden arreglar este vacío desolador, sino los mismos esposos que son los protagonistas de la boda y quienes invitan a sus amigos y familiares a participar en ese momento fundacional de la familia.

Que el sacerdote en la homilía nupcial hable de la importancia y trascendencia de la entrega matrimonial tiene una incidencia mínima en la sociedad. ¿De qué va a hablar? No hace otra cosa que cumplir su función. Las bodas están tan estereotipadas que todos intervienen, cada uno a su modo, en una ceremonia insignificante.

Lo que propongo aquí es que sean los esposos los que asuman su protagonismo y que en el momento más solemne (es decir, inmediatamente después de haber pronunciado las palabras del consentimiento) inviten a los presentes a escuchar sentados una declaración formal de intenciones, lo que podríamos denominar una "cláusula explicativa del pacto conyugal". Podría sonar algo así:

"Queridos familiares y amigos: las palabras que acabamos de pronunciar no son una hermosa manera de expresar nuestro amor, sino que en ella se condensan las exigencias de nuestra entrega. Nos sabemos y sentimos íntima y profundamente comprometidos por este sacro vínculo de amor. Queremos que todos vosotros seáis testigos ante Dios del alcance de este compromiso. Haciendo uso de nuestra libertad no hemos establecido un simple contrato, sino un pacto de naturaleza familiar que consiste en la entrega recíproca de nuestras personas. Esta entrega es exclusiva y perpetua en lo conyugal. Por eso renunciamos al divorcio y prometemos sernos fieles hasta que la muerte nos separe.

Sabemos que esta renuncia nada vale para el Estado, pero no nos importa. No es el Estado quien nos casa, sino nuestra voluntad soberana: la voluntad de un hombre y una mujer que ejercen un poder recibido de Dios, que está inscrito en la naturaleza humana.

Es verdad, la renuncia al divorcio nada vale para el Estado. Sin embargo, queremos que tenga un gran valor para vosotros, familiares y amigos que nos habéis acompañado hasta el altar. Queremos que en este acto de renuncia no veáis algo así como el sacrificio de nuestra libertad, sino, muy al contrario, la expresión suprema de nuestra libérrima voluntad. ¿Qué valor tendría la libertad si no pudiésemos entregar la vida por amor? Al darnos el uno al otro hemos realizado el supremo ejercicio de la libertad. Contamos con la ayuda de Dios y de la Iglesia para poder se fieles a este compromiso.

Deseamos poder contar también con vuestra ayuda. Por eso os suplicamos que también vosotros, familiares y amigos, os comprometáis con nosotros en los siguientes aspectos:

1) Que a lo largo de nuestras vidas y especialmente en las crisis conyugales que podamos atravesar, tengáis siempre presente en vuestros consejos el bien conyugal y familiar.

2) Que en el hipotético supuesto en que alguno de nosotros os invitara a participar en unas segundas nupcias (en vida del otro y exceptuados los casos de legítima disolución o nulidad eclesiástica) declinéis dicha invitación invocando precisamente la fuerza sagrada de este compromiso.

Puesto que dentro de unos momentos sellaremos nuestro pacto de amor comulgando el cuerpo de Cristo y bebiendo su Sangra Preciosa, os invitamos a que asumáis este compromiso ante Dios nuestro Señor. No os pedimos nada extraordinario o que pueda violentar vuestras conciencias. Entendemos que con vuestra presencia aquí durante el banquete eucarístico asumíis este compromiso con nosotros.