sábado, 15 de septiembre de 2007

MÁS QUE “TÉCNICA”…

Es importante que el hombre y la mujer estén claros en cuanto a su “dignidad como personas”, para actuar en consecuencia, sin dejarse llevar por ideologías en boga, completamente contrarias al verdadero sentido de la vida humana y a lo que realmente dispone a la felicidad.

Hoy en día, para muchas personas, el acto sexual ha perdido la espontaneidad de algo que debe brotar del “Amor” entre los esposos…, debido en gran parte…, a una excesiva preocupación por la “técnica” sexual, dejando de lado aspectos tan importantes como la afectividad, la ternura, la delicadeza, la comunicación, el respeto, la trascendencia…, resultando todo lo contrario a lo que supuestamente se pretende, la satisfacción en esta materia.

Para un significativo grupo de la sociedad actual, el “sexo” es lo más importante en las relaciones de pareja…, todo un pensamiento e industria millonaria gira en torno a él (al sexo), y busca modelarlo de acuerdo a sus intereses consumistas y de poder… El hombre y la mujer, el adolescente y hasta el niño, pretenden estar enterados de todo al respecto, y practicarlo si es posible…; muchas parejas conviven antes de casarse, a ver si lo hacen bien en la cama, para que, supuestamente, luego resulte el matrimonio… Sin embargo, la realidad viene siendo otra, estos adolescentes y niños se van formando en una serie de distorsiones sobre la afectividad que les hace difícil, más adelante, establecer una relación afectiva sana y estable…, la mayoría de aquellas parejas que han “probado” su destreza sexual o convivido en unión libre, se separan (aún si se casan)…, en muchos casos en malos términos… Entonces, parece ser que la fórmula de la felicidad es otra, y que el “sexo” es sólo un aspecto del complejo mundo de las relaciones humanas, donde lo trascendente y espiritual viene a constituir el verdadero eje de todo…

¡En realidad, la relación sexual entre un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, debe basarse en el Amor...!, descubriendo, claro está, el significado real de este término, por lo demás, bastante tergiversado en estos tiempos…

La condición de máquina, que del ser humano maneja actualmente la ciencia, hace que se piense que el cuerpo debe funcionar de determinada manera (la que los seudo científicos piensan que debe ser), y como en realidad no hay tal, de allí tantas insatisfacciones, disfunciones, frustraciones…

Prolifera la información sobre técnicas sexuales, junto a la ideología que acompaña toda la cultura de la supuesta “liberación sexual”: libros, artículos en revistas y periódicos, opiniones seudo-científicas en TV, radio, etc., de los tales gurues de la sexología…, están en todas partes… Se le vende a la gente, que llevar a la práctica esa información es “progreso”, cuando en realidad, conlleva un serio retroceso en la “desarrollo” humano.

Muchas parejas se han visto perjudicadas por intentar seguir lo que se dice por allí…, derivando, inconscientemente o no, en un acercamiento egoísta, centrado en la propia satisfacción, pasando el otro a ser un accesorio más.

La excesiva preocupación por la “mecánica” sexual que busca el placer propio, frecuentemente ve en la respuesta del otro(a), sólo una referencia del desempeño particular para exaltar el ego o no… Cuando lo apropiado es sentir alegría por el “bienestar” de la persona amada, en el cual se ha puesto lo mejor de si…

Siempre el “amor” y la generosidad mutua, llegan a conseguir, por sus insospechados caminos, resultados superlativamente superiores a los “técnicos”.

La preocupación por las técnicas sexuales, tiene su base en el concepto de que el ser humano no es más que un animal desarrollado, y por lo mismo, lo más importante de sus relaciones sexuales será la cantidad de placer físico que ellas puedan producir. De esta idea absurda proviene la obsesiva ansiedad por buscar resultados cada vez más artificiosos, que siempre llevan al hastío sexual, a la consecuente infidelidad o promiscuidad, o a desviaciones cada vez más frecuentes.

Los esposos, en realidad, deben amarse libres de preocupaciones, sin que la ansiedad por un modelo de placer físico impuesto desde afuera, pueda empañar su espontaneidad, su alegría, su gozo al entregarse mutuamente.

Se debe reiterar, que no hay mejor técnica para el ajuste sexual de la pareja, que el verdadero amor mutuo, la consideración, el deseo de cada uno de hacer feliz al otro.

Claro que hay conocimientos teóricos básicos, que sobre el tema, cada uno debe tener, seleccionando bien las fuentes de las cuales se tomen... Y si hubiese algún problema físico o psicológico mayor, un buen especialista “católico” podrá ayudar… Pero no hay que olvidar, por ejemplo, que la supuesta experiencia del más avezado casanova, cuando se enamora verdaderamente y esta por primera vez con su mujer, no le sirve de nada, pues siempre es un comienzo entre dos personas que son únicas e irrepetibles, y que solo irán armonizando con el tiempo, poco a poco.

En el sexo se repite lo que ocurre en tantos otros aspectos de la vida: “que da mucha más felicidad el dar que el recibir”. Aquí tiene esto una especial significación porque, esencialmente, el acto conyugal es un don, un donarse, un entregarse generosamente.

La unión sentimental debe preceder a la unión de los cuerpos, esta última se convertirá así en expresión de un “amor” que ya existe en los corazones… Este “amor” se manifestará en la práctica, a lo largo de las más diversas situaciones de la vida.

No es lo mismo amor, que deseo, el amor es del alma y el deseo del cuerpo; el amor matrimonial debe ser integral: de alma y de cuerpo.

No hay que olvidar, entonces, que la unión sexual para estar verdaderamente en consonancia con la dignidad de la persona humana, con su naturaleza, no puede reducirse solamente a la búsqueda de sensaciones voluptuosas, sino que debe expresar, sobre todo, una fusión completa entre el hombre y la mujer, penetrando simultáneamente sus facultades del cuerpo y del espíritu.

Recordad pues que ser cristiano implica una forma de vida coherente con la condición de hijos de Dios… Así es que, queridos recién casados, amaos verdaderamente en Cristo, tened confianza en su “gracia”, y lo demás os llegará por añadidura…

J. Loring / con ap. de R.N.

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